Glorioso mano a mano en Salamanca entre Morante de la Puebla y Marco Pérez

 



Era una tarde mágica en La Glorieta, donde el sol comenzaba a ocultarse tras las murallas salmantinas, dando paso a un ambiente electrizante. José Antonio Morante de la Puebla, uno de los más grandes exponentes del toreo, se



encontraba en un momento dulce de su carrera. Esa tarde, los ecos de su nombre resonaban con fuerza entre los pañuelos blancos que ondeaban en el aire, preludio de lo que iba a convertirse en un recuerdo imborrable.


Morante, con su característico estilo, recibió al quinto toro de Garcigrande arrodillado, un ritual que no solo honraba la tradición, sino que también anunciaba su voluntad de rememorar la grandeza del arte taurino. Los ayudados por alto fueron una sinfonía, un canto a la elegancia y la estética que hicieron rugir al coso



salmantino. Cada movimiento era como una danza, una conversación entre el torero y el toro, donde las chicuelinas y verónicas se desplegaban en cámara lenta, convirtiendo la plaza en un manicomio de emociones. Su faena muletera fue monumental; parecía que los muletazos no tenían fin. Al final, la estocada certera le valió dos orejas y un rabo, acompañado de una vuelta al ruedo que lo consagró esa tarde como el rey del festejo.


Pero la jornada no terminó ahí. Marco Pérez, un joven que debutaba como matador, antes de su llegada había llenado de expectativa a todos los presentes. Desde su primer encuentro con el sexto toro de García Jiménez, demostró que poseía una bravura y una conexión especial con la tradición. Su recibo con verónicas rodilla en tierra fue una declaración de intenciones. Con un galleo impresionante que llevó al toro al caballo, dejó claro que tenía carácter y fondo. La plaza, cautivada por su entrega, estalló en aplausos cuando ejecutó un quite magistral en el centro del ruedo.



Marco, con inteligencia, encadenó derechazos de gran ligazón, sumando el toreo al natural, asentado y hondo, lo que culminó con unas luquecinas que dejaron boquiabiertos a los



asistentes. Finalmente, aunque un pinchazo matizó su actuación, logró cortar dos orejas y se unió a Morante en el eco de una tarde inolvidable que quedó grabada en la memoria de todos los aficionados. Una mezcla perfecta de tradición y modernidad, que hizo de La Glorieta un lugar donde el arte del toreo brilló en todo su esplendor.

Ficha del festejo:


Plaza de toros de La Glorieta, Salamanca. 

Festividad de San Juan de Sahagún. 

Tres cuartos de entrada. 

Toros de Puerto de San Lorenzo, Garcigrande, y Hnos. García Jiménez

MORANTE DE LA PUEBLA, ovación, silencio y dos orejas y rabo

MARCO PÉREZ, palmas, silencio y dos orejas



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